jueves, 1 de septiembre de 2011

Fragmento 5 (Cap II)

Capítulo II. (Continuación)

Lydya le preguntó a su profesora donde podía encontrar un sauce, pero ella sólo sonrió misteriosamente. Fue entonces cuando la joven bruja se dió cuenta de que era ella la que tenía que encontrar las herramientas para la fabricación de su varita.

Con esa idea en la cabeza se adentró en el bosque sin mirar atrás. Poco a poco el silencio de la naturaleza la envolvió. No se oía ni el canto de los pájaros ni el sonido de las cigarras que siempre poblaban los alrededores de su casa. Por un momento su cabeza viajó hasta su hogar. Allí estaría su padre mezclando cosas para intentar conseguir alguna nueva fórmula que le permitiera llegar a fin de mes y cubrir sus deudas. Ahora que estaba solo no tendría tantos gastos, pero Lydya no podía evitar preocuparse por él.

La joven caminó entre los árboles. Pasó a través de varios robles, pero los ignoró a todos.
Las palabras de su madre aún resonaban en su interior.

De pequeña había sido muy aficcionada a los cuentos y había uno en especial que siempre le había gustado. Hablaba de unas hadas que se acababan de mudar a un bosque nuevo. Como era lógico tenían que construírse una nueva casa, el problema es que sólo había dos árboles disponibles: Un roble y un sauce.
Una de las hadas quería vivir en el roble porque decía que era mucho más fuerte que cualquier otro árbol y que resistiría mejor cualquier tempestad. La otra, por el contrario, prefería el sauce, argumentando a su favor que no necesitaban resistencia, sino adaptación. Como no se ponían de acuerdo cada una fabricó su hogar en el lugar que deseaba. Y de esta forma fueron pasando los días hasta que llegó la primera tormenta del año. Con ella se demostró que la idea de habitar en un sauce era mucho mejor que la de vivir en un roble, ya que uno de los numerosos rayos que cayeron esa noche partió el árbol por la mitad.

Lydya iba tan abstraída en sus pensamientos que casi pasa de largo su destino.
Las ramas eran tan largas que tocaban el suelo. Las verdes hojas parecían brillar bajo la luz del sol. Y el tronco era resistente y hermoso, de una manera que sólo era posible cuando se habían vivido varios siglos.

La visión de tan grandiosa especie dejó embobada a nuestra bruja, que no podía apartar los ojos de tal belleza natural.

Cuando por fin logró recordar el motivo por el que estaba allí, se le enturbió el rostro.
No tenía ni la menor idea de como iba a conseguir un fragmento del sauce para fabricar su varita.
Después de estudiar las ramas durante un corto espacio de tiempo confirmó su idea inicial de que estas no eran lo suficientemente resistentes para ser lo que necesitaba.

El pedazo tendría que proceder del tronco, pero como obtenerlo iba a ser una complicación bastante importante.

No podía arrancar la corteza así sin más. Eso ofendería tanto a sus maestras como a la Tierra y a la Madre Natura. Así que decidió comenzar pidiendole permiso al árbol y alguna indicación de como debía proceder.

El viento agitó las ramas produciendo un sonido que para alguien más familiarizado con el idioma de los árboles podría haber sido una respuesta. Pero Lydya, no tenía los conociemientos necesarios para descifrarla.

Dio varias vueltas alrededor del tronco buscando alguna señal de debilidad, sin encontrar ninguna.
Acarició con sus manos la áspera corteza, palpando con cuidado. Pero tampoco tuvo ningún éxito.
Al final, agotada y desesperada, se sentó en el suelo. Ya no sabía que más hacer. Ella no tenía ni idea de como frabicar varitas, ni de coo obtener los materiales necesarios para ello.

Una suave lluvia comenzó a caer. Lydya se levantó del suelo, dispuesta a rendirse cuando en lo más alto del tronco observó un trozo de corteza que sobresalía.
Intentó alcanzarla, pero su altura no era suficiente. Frustrada consigo misma pensó en elevarse y volar hasta allí. Sin tan sólo supiera como hacerlo...

Al final, la respuesta llegó por si sola, demostrando ser mucho más sencilla de lo que parecía en un principio.
La bruja le rogó al viento que la impulsara alto y, después de coger bastante carrerilla, saltó.

Quedó colgada del árbol justo por el saliente que necesitaba arrancar. Pero ese amago de estabilidad duró poco tiempo, ya que unos instantes después de alacanzar el fragmento, este se rompió, quedando ella tirada en el suelo.

En el claro todos se estaban empezando a preocupar. Hacía ya mucho tiempo que Lydya había salido, y por encima ahora estaba lloviendo. En eso, apareció la joven con las ropas y el pelo empapados, pero con una sonrisa feliz en la cara.

Las gemelas se miraron con cara de asco. Ellas por supuesto estaban perfectamente secas y ambas tenían en sus manos sendas ramas de un pino.
A su lado se encontraba Kytty con un fragmento de abeto.
Y más atrás, estaban Mâryam y Anÿa con cara de preocupación. Al verla soltaron sus trozos de cerezo y castaño respectivamente y se abalanzaron sobre ella.

Lydya correspondió a su abrazo sin sabermuy bien lo que ocurría.

- Muy bien. Ahora que ya estamos todas podemos dar la lección por concluída. Tratad con cuidado el material para vuestra varita y pensad como quereis que esta sea. En la próxima clase comenzaremos a darle forma. - Dijo la profesora. - Lydya, tu quedate. - Añadió al ver que todas se iban.

- Sé que te has alejado por motivos de material, pero por favor, para la próxima intenta mantenerte más cerca.

La joven bruja asintió y luego salió corriendo para reunirse con sus compañeras. Había llegado la hora de la comida.





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