lunes, 18 de octubre de 2010

Fragmento 3 (Cap. I)

Cap. I (continuación)

No estaba muy segura de como se llegaba a la Escuela. Normamente eran las madres las que acompañaban a la familia. No había hombres brujos, así que su presencia en el lugar estaba totalmente prohibida. Lo único que sabía Lydya era que tenía que ir al nacimiento del riachuelo al anochecer y pronuciar: Yncátus Annatar.
Sólo había un pequeño problema, el sitio de acceso estaba bastante lejos. Ella sólo había ido una vez allí con su madre y su hermana, pero más o menos creía que recordaba el camino.

De esta forma Lydya comenzó a andar sin nisiquiera despedirse de su padre. Sabía que él lo entendería.



- No lo acabo de entender abuela. ¿Por qué te empeñas en que vaya a esa Escuela? ¡Yo no quiero ser una bruja!

La joven protestaba con contundencia. Tenía quince años recién cumplidos e iba vestida de forma un tanto peculiar, con un sombrero picudo gris que destacaba en su rizo y rubio pelo. Sus ojos verdes tenían chispas plateadas al igual que todas aquellas que tenían sus mismos dones. Sin embargo al contrario que todas ellas, Mâryam sólo quería ser una humana normal.

Desde pequeña las demás niñas del pueblo en el que vivía la habían rechazado por su condición de hechicera y por ese motivo siempre había jugado sola, sin compañía.

Mâryam se había criado con su abuela. Su madre, una humana con la que su padre se había casado, había obligado a su marido a escoger entre la niña y ella, ya que no podía soportar la familia y los dones que esta tenía. De esta manera ella había sido dejada al cuidado de la madre de él.

Pero la joven nunca se había quejado por ello. De hecho se podía decir que había crecido más o menos feliz, omitiendo, claro está, el suceso de que no tenía amigas.

Y ahora tenía que irse a estudiar a un lugar que no conocía de nada, lejos de la única persona que la había querido, y no estaba dispuesta a aceptarlo.

- Tienes que marcharte pequeña. - Le explicó su abuela por enésima vez. - Allí conocerás a gente de tu edad y podrás controlar las habilidades que la naturaleza te ha dado. Ya verás, seguro que te lo pasas muy bien en estos dos años.

Mâryam volvió a negarse y echó a correr por los campos de trigo que había alrededor de la pequeña casa en la que vivía.



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