lunes, 25 de octubre de 2010

Fragmento 5 (Cap. I)

Cap. I (continuación)

Bajó a comer, su familia ya estaba sentada a la mesa.

Anÿa no pudo evitar pensar que iba a ser la última vez que comía con su familia, al menos en dos años.

Un nudo se le hizo en el estómago y le impidió tragar el bocado que tenía en la boca a pesar de que era su comida favorita. Luego vino el postre. Allí su hermano pequeño ya no pudo aguantar las lágrimas y se echó a llorar. Fue un momento de tensión para todos, pero Anÿa se levantó y lo abrazó con fuerza.

-No os preocupeis - Dijo con más entusiasmo del que sentía - Sólo serán dos años. Luego volveré, os lo prometo.

Todos se sintieron reconfortados con esas palabras, excepto su madre, qeu negó con la cabeza. Ella sabía que su hija regresaría con ganas de aventuras y de conocer mundo como le había pasado a ella.

Al final del día, ambas mujeres se despidieron del resto de la familia. Hubo algunas lágrimas pero todos intentaron sonreir para darse ánimos mutuamente.

Faltaba poco para el anochecer pero afortunadamente el comienzo del río que era la entrada a la escuela estaba muy cerca.



Sheyla y Shyra estaban sentadas al borde del río hablando. En sus ojos marrones se notaba una emoción contenida. Por fin iban a ir a la famosa escuela de brujas de la que tanto habían oído hablar.

Ambas tenían una piel color chocolate que las favorecía mucho, al igual que su pelo totalmente negro y liso como una plancha. Las dos eran exactamente idénticas exceptuándo el corte de su cabello. Shyra lo llevaba corto como un chico y a Sheyla le caía hasta la cintura.

Su infancia había sido extraña. Se habían criado con su madre y su abuela, ya que en su hogar a las brujas no les estaba permitido convivir con su pareja. Las dos habían aprendido mucho de sus mayores hasta tal punto que creían que no iban a necesitar ir a
Yncátus Annatar. Se creían muy buenas, porque en realidad lo eran. Además por otra parte nunca habían tenido amigas. Siempre se habían bastado ellas dos para divertirse, algo que casi nunca hacían, ya que aprovechaban la mayor parte de su tiempo para estudiar.

Shyra resopló. Empezaba a aburrirse de la espera. Elevó una vez más sus ojos al cielo y vió que pasaba un poco del medio día. Su gemela la imitó y acto seguido resopló.

-¿Por qué tenemos que estar aquí? Todavía es pronto. - Se quejó Sheyla.

Su hermana le dio la razón. Sin embargo no podían hacer nada. Tenían que estar ahí esperando a que la puerta se abriera para poder ir a esa maldita escuela de pacotilla.

-¿Te apetece ir a dar una vuelta? - Preguntó Shyra. - Aún falta mucho para el anochecer. - Añadió al ver que su hermana dudaba. Al final las dos muchachas abandonaron el río y se internaron en el bosque.

Iban hablando de lo que habían aprendido de las plantas a medida que las veían. No se encontraron con nadie. Simplemente avanzaban entre los arboles.

Al anochecer volvieron al río.

-Es la hora. - Dijo Sheyla, mientras Shyra asentía con la cabeza. Las hermanas se tomaron de la mano y se metieron en el agua. Estaba fría, pero ninguna dijo nada. De esta forma juntas se fueron internando cada vez más hasta que ninguna parte de su cuerpo asomaba a la superficie.

Entonces respiraron una bocanada de H2O y todo comenzó a dar vueltas.

Aterrizaron a los pies de una cascada todas mojadas. Su escaso equipaje estaba a su lado. Se miraron con una mueca de desagrado en la cara. Menuda entrada triunfal. Con un sencillo conjuro secaron sus ropas y se dispusieron a avanzar junto al resto de las estudiantes.



Se acercaba el día. Todos en la familia de Kytty eran conscientes de ello. Pero si alguién lo deseaba con fuerza era la joven. Por fin podría lucir su fabuloso traje delante de las demás brujas.

Se lo probó por enésima vez y se miró al espejo. El color rosa fucsia resaltaba sus facciones asiáticas y su pelo, totalmente rizo caía en una cascada castaña hasta la mitad de la espalda.

Ahora sólo le faltaba un poco de maquillaje para completar el resultado y dejar a todo el mundo con la boca abierta. Y eso que todavía faltaba un día.

Su madrastra hizo acto de presencia en la enorme habitación.

-Querida, pareces una princesa. - Le dijo.

- Lo sé. - Contestó ella lanzando un sonoro beso al aire.

Adoraba a su madrastra. Desde que ella se había casado con su padre a la joven las cosas le habían ido mejor. De hecho fue entonces cuando comenzó a utilizar el nombre de Kytty, en vez del horrible que le había puesto su verdadera madre.

Ella se había ido ya que no soportaba a su padre, pero ¿qué más le daba? Tenía todo lo que una adolescente de diecisiete años podía desear. Ropa nueva cuando quisiera. Un chofer que la llevaba a todos lados en una fantástica limusina. Casas en varias partes del mundo. Y para terminar, era una maga. Nunca utilizaba la palabra bruja para referirse a lo que ella era. Decía que sonaba muy malvado.

Esa noche hubo una fiesta de tiros largos en su honor. Los invitados no sabían a donde iba a ir la heredera, sólo estaban seguros de que ella se iba a una cara escuela por dos años.

El fiestón fue un éxito. Kytty se acostó muy tarde y no se levantó hasta bien entrada la tarde, con el tiempo justo para cambiarse y llegar al riachuelo al anochecer.




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