miércoles, 3 de noviembre de 2010

Fragmento 1 (Cap. II)

Capítulo II.

Lydya salió del pequeño lago que había a los pies de la cascada. Estaba toda mojada, al igual que su equipaje, pero no le importó. Había conseguido llegar hasta allí y no se desanimó por algo tan poco importante.

A lo lejos vio a dos chicas casi idénticas que se secaban ellas mismas mediante lo que supuso que sería un conjuro. Ellas se dieron cuenta de la observación de la joven y la miraron con desprecio.

"Arrogantes"-Pensó Lydya negando con la cabeza. Inmediatamente compuso una sonrisa en su rostro y examinó su alrededor.

El paisaje en el que se encontraba era hermoso. Enormes árboles bordeaban el claro, y tanto la cascada como el lago que la rodeaba eran de aguas cristalinas. A lo lejos se podían divisar unas montañas e incluso algún que otro volcán.

Con la boca abierta la joven cogió su equipaje y comenzó a andar en la misma dirección que el resto de las chicas.
De esta forma se internó en el bosque hasta llegar a otro claro, más grande que el anterior. Allí una anciana estaba subida a un tronco de un árbol talado.

La bruja fijo su mirada en las recién llegadas y comenzó a hablar.

- Bienvenidas a Yncátus Annatar. Mi nombre es Dyvyan y soy la Bruja Suprema. Durante estos dos años aprenderéis el arte de la magia o mejor dicho de las esencias. Pero no es mi deber daros una charla acerca de ellas sino indicaros una serie de normas que deberéis cumplir mientras dure vuestra estancia aquí. Para empezar, tenéis que saber que todas compartireis habitación con otras jóvenes del mismo curso que el vuestro. Ellas serán vuestra familia, vuestras amigas. Iréis a clase juntas. Practicaréis juntas y aprenderéis a trabajar en equipo.
La segunda regla es referente a vuestros dones. No está prohibido utilizarlos en ningún caso, solamente para atacar a alguien de esta Escuela.
Y tercero y último. Veo que todas lleváis vuestro traje familiar. Pues bien, durante el primer año estará prohibido usarlo exceptuando los eventos especiales para los cuales se os avisará con antelación. En su lugar vestiréis estas sencillas túnicas blancas. A cada una os esperan un par en vuestras habitaciones. Es todo por ahora. Podéis retiraros.

Dyvyan paró de hablar y un murmullo tenue recorrió el lugar. La misma pregunta pasaba de boca en boca: "¿Dónde están las habitaciones?"
Lydya no sabía la respuesta y por eso no se movió, esperando a que la Bruja volviera a hablar. Como no lo hizo cogió su escaso equipaje y comenzó a caminar hacia los lindes del claro. Allí se fijó en que los árboles tenían una especie de pergamino clavado que indicaba los nombres de las personas que tenían que ir por ese camino para llegar a sus dormitorios. Al cabo de un par de troncos encontró el suyo.
De esta forma Lydya se encaminó hacia lo que durante los dos próximos años sería su hogar.

Lo encontró en medio de unos robles. Era una especie de cabaña situada en lo alto de los árboles, con un acceso que constaba de unas escaleras de caracol también de madera.
Picada por la curiosidad subió casi corriendo. Una vez dentro descubrió que tenía una sala triangular principal con cojines en el suelo y con dos puertas a su alrededor, más la entrada.

Sin esperar más tiempo dejó su mochila en el suelo y abrió una de las puertas de golpe. Y allí estaban ellas. Morenas de piel, iguales... Eran las mismas jóvenes que hacía apenas una hora la habían mirado con desprecio.

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